jueves, 10 de enero de 2008

Biocombustibles: ¿nos ovidamos?


En varias oportunidades los argentinos hemos sido exitistas. Es decir, cuando los beneficios son abundantes, nos olvidamos de los aspectos negativos de la cuestión. Ejemplos hay muchos.

Durante el año 2007 la industria del biocombustible argentino experimentó un crecimiento que permitió ubicar al país como el tercer productor mundial de biocombustibles y el primer exportador mundial de aceite de soja y girasol.



Según la Secretaría de Agricultura, el año pasado se realizaron exportaciones de biodiesel por más de 319 mil toneladas, lo que generó un ingreso de divisas superior a los u$U 268 millones.

Sin embargo, pareciera que el triunfo hace olvidar algunas cuestiones que son relevantes a la hora de hablar de biocombustibles.

Un aspecto es el debate en torno a la relación biocombustibles y alimentos. Este se origina en la presión política de los países más necesitados, al ser dichos granos partícipes en la elaboración de alimentos para el consumo humano. Ahora bien, el problema radica en la tierra cultivada. Es decir, que las parcelas que hoy están destinadas a la producción de cereales u oleaginosas para alimentar a la población se empleen para abastecer la demanda de biocombustibles.

Esto se enmarca en un contexto donde la alimentación a nivel mundial se ve afectada por el aumento de precios de lo alimentos básicos, el cambio climático, el alto precio del petróleo y una creciente demanda de biocombustibles. Y la Argentina no escapa a este panorama.

Frente a este punto, el Estado es quien debería desarrollar políticas incentivando la investigación y el desarrollo de proyectos para la pronta puesta en marcha de esta industria.

Por lo tanto, prestar atención a este tema significa encarar con responsabilidad el desarrollo de una industria que puede representar una oportunidad histórica para la Argentina.

Sabrina Ferraro
E-campo.com

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